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Las mujeres necesitan dormir más que los hombres porque tienen un cerebro más “activo”

Rincón de la Psicología

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Cada noche, cuando apoyamos la cabeza en la almohada, no somos plenamente conscientes de la importancia de las horas de sueño que tenemos por delante. El sueño es una de nuestras necesidades fisiológicas más importantes, aunque también una de las que más descuidamos. 

Un adulto de entre 26 y 64 años debería dormir entre 7 y 9 horas cada noche, sobre todo si quiere cuidar la salud de su cerebro. Sin embargo, si eres mujer, deberías retrasar un poco el despertador pues necesitas dormir más que los hombres. O al menos esa fue la conclusión a la que llegó un grupo de neurocientíficos del Centro de Investigación del Sueño de la Universidad de Loughborough. 

Estos investigadores analizaron los hábitos de sueño de 210 hombres y mujeres de mediana edad. Constataron que los hombres suelen dormir una media de 6 horas y 26 minutos mientras que las mujeres duermen 6 horas y 50 minutos. Esos 20 minutos adicionales de sueño se deben a las diferencias en la arquitectura cerebral entre hombres y mujeres. 

La multitarea agota más el cerebro 


Una de las funciones principales del sueño es permitir que el cerebro descanse. De hecho, mientras dormimos el cerebro se deshace de las sustancias de desecho de su metabolismo diurno. 

El sueño es esencial para que el cerebro se “repare”. Durante esas horas, la corteza cerebral, la parte más compleja del mismo, se desconecta de los sentidos, para funcionar en “modo descanso”. 

Jim Horne, un neurocientífico que ha dedicado prácticamente toda su vida a estudiar el sueño, explica que mientras más complejas sean las conexiones neuronales y más trabajo intelectual se realice durante el día, más cantidad de sueño necesitará el cerebro para reponerse. 

También apunta que la estructura neuronal del cerebro femenino es más “compleja” ya que implica una mayor interconectividad entre los dos hemisferios, una diferencia que constataron investigadores de la Universidad de Pensilvania, quienes creen que esa interconexión hemisférica podría explicar la habilidad femenina para conjugar análisis e intuición, así como para realizar varias tareas a la vez. 

Uno de los mayores estudios realizados en el área de las Neurociencias, que implicó el análisis de más de 46.000 escáneres cerebrales, constató que, en efecto, el cerebro de las mujeres es más activo en más áreas, sobre todo en la corteza prefrontal, relacionada con la concentración y el control de los impulsos, así como en las zonas límbicas relacionadas con las respuestas emocionales. 

Sin embargo, tanto la multitarea como esa mayor activación a nivel cerebral tienen un costo: el cerebro necesita más tiempo de descanso, por lo que será necesario dormir un poco más. De hecho, los neurocientíficos apuntan que los hombres que realizan trabajos en los que necesita poner en funcionamiento ese tipo de pensamiento lateral que conjuga la actividad de ambos hemisferios, también necesitarán dormir más. 

Curiosamente, las mujeres suelen dormir peor que los hombres y tienen despertares nocturnos frecuentes, lo cual se debe a que suelen ser más sensibles a los estímulos ambientales. La mayoría de las mujeres solo duerme una media de 6 horas cada noche, menos de las que debería, lo cual le pasa factura a su estado emocional. 


Fuentes: 
Amen, D. G. et. Al. (2017) Gender-Based Cerebral Perfusion Differences in 46,034 Functional Neuroimaging Scans. Journal of Alzheimer's Disease; 60(2): 605-614. 
Ingalhalikar, M. et. Al. (2014) Sex differences in the structural connectome of the human brain. Proceedings of the National Academy of Sciences; 111 (2): 823-828. 
Horne, J. A. & Anderson, C. (2008) Do we really want more sleep? A population-based study evaluating the strength of desire for more sleep. Sleep Medicine; 9(2): 184–187. 
Horne, J. A. (1988) Sleep Loss and “Divergent” Thinking Ability. Sleep; 11(6): 528–536. 
Horne, J. A. & Reyner, A. (1995) Gender- and Age-Related Differences in Sleep Determined by Home-Recorded Sleep Logs and Actimetry From 400 Adults. Sleep; 18(2): 127–134.

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